El INE, obstáculo para la dictadura perfecta que pretende López Obrador
Jorge Hidalgo Lugo
La ruta que trazó Andrés Manuel López Obrador para minar y dejar en calidad de indefendible al Instituto Nacional Electoral, va viento en popa y nadie pareciera darse cuenta del perverso fin que busca al tener el control total del organismo para los comicios del 2024.
Y lo que ello significaría para culminar el cimiento de la dictadura perfecta que proyecta desde Palacio Nacional.
Las ansias de cobrar venganza por presuntas afrentas del pasado que le deben consejeros con Lorenzo Córdova Vianello al frente, dieron pie a una maquinación por demás perversa como insostenible, al forzar la realización de la consulta para la revocación de mandato, sin los recursos económicos requeridos con qué ejecutar este ordenamiento constitucional.
Pretexto insuperable en la mente de quien sabe ha llegado la hora de la revancha largamente acariciada y busca cobrarla a plenitud, haciendo gala de poder, destrozando al adversario convertido en enemigo político, al que hay que aniquilar con todo el peso del aparato de Estado.
Como en el viejo modelo del priismo jurásico que se creyó extinguido y que hoy resurge con toda la fuerza que siente tener el que se piensa dueño de México, de sus instituciones, de sus habitantes.
Limitar de manera deliberada el presupuesto al órgano electoral a sabiendas que no va a poder cumplir con la consulta, es el puñal que esgrime y busca clavar al fondo de su corazón, con la certeza que así contará con la justificación de rediseñar su conformación y plantearlo en la reforma política que se cocina con fines transexenales, pero nunca fortalecer la democracia que aun cuando incipiente, se vivía en el país hasta antes del 2018.
Lo que menos importa a López Obrador y a sus adoradores es que se mida la popularidad que tiene, ni tampoco dar oportunidad a los disidentes a que salgan y pidan su salida del gobierno mediante este ejercicio.
Todos sabemos que la ley no es retroactiva y que los comicios que llevaron a López Obrador al poder por este sexenio que transcurre, deberá culminar tal y como fue considerado en esos comicios, los que a la postre hoy llevan al país al cataclismo.
En el remoto caso que se diera una votación de millones pidiendo la salida de López Obrador, no habría elemento legal para hacerlo por el llano hecho que fue electo para el periodo que se marcó en los comicios ya referidos. Ni un día antes, ni un día después.
Además, la trampa mediática tendida al INE transita por igual por esa arrogancia que luce quien dice contar con respaldo de hasta 75 por ciento de los mexicanos, como presume en el patíbulo mañanero y eso obviaría cualquier necesidad de una medición al respecto.
Pero además, el opresor lleva a cabo su maquiavélico plan de poner contra la pared al órgano electoral, con la certeza que no habrá tal consulta ante la negación absoluta del presupuesto solicitado para realizar el ejercicio y en cambio, proponer que se realice por cooperación y con casas encuestadoras de “reconocido prestigio y credibilidad”, sabiendo que eso no estaría apegado a la norma constitucional que tanto invoca para pavimentar su tiránico tránsito transexenal.
El intento que han hecho los consejeros del órgano electoral por defenderse, ha enardecido más a quien no tiene empacho en satanizar a todo aquel personaje, sector u organismo social, académico, empresarial o político, que haya intentado cruzarse en su camino, mucho menos si han intentado disentir del autoritarismo con que se conduce.
Con un INE debilitado, señalado de no cumplir con un mandato constitucional, y varios de sus aún integrantes en la mira de la Fiscalía General de la República que no ha cerrado el expediente que fuera interpuesto por la Cámara de Diputados conforme a las órdenes presidenciales, son otros elementos que inciden en el bombardeo al que lo está sometiendo el aparato de Estado. Y lo que falta…
El escenario es lamentable y debiera tener a México entero en alerta, porque López Obrador busca controlar un organismo autónomo que ha querido cumplir con su función de contrapeso del poder absolutista que hoy se ejerce en México.
Así como ya tiene en un puño al Legislativo y al Judicial, amén de otros organismos que se consideraron autónomos, hoy el objetivo es que el INE quede totalmente en poder de López Obrador para que como hace décadas, sea el Estado el que determine quién gana, cuándo gana, dónde gana y vivir una democracia simulada, como la del PRI hegemónico, donde tiene sus genes y formación autocrática quien se busca vender, eso sí, como demócrata.
Lo peor del tema es que sin opositores, con una clase empresarial atemorizada y en busca de sacar sus capitales antes de la instauración del régimen venezolano que se persigue, el camino a la dictadura perfecta va pavimentándose a placer y goce de quien aún juega a ser eterno y perpetuarse en Palacio Nacional.
En tanto sale adelante con su perverso plan, López Obrador presume por igual su último embate y llama a revisar el presupuesto que ejerce el INE en salarios, gastos de operación, “porque es autónomo, pero el presupuesto que manejan es del pueblo”.
Máxima que no considera si de aclarar en qué dilapida el dinero del pueblo desde el confort palaciego, se tratara. Como tampoco es motivo de preocupación o congoja mañanera, el enriquecimiento que acusan los llegados a la familia presidencial sin acreditar fuente de ingresos laboral, por decir lo menos.
Así en el arranque del 2022, López Obrador va tendido a destrozar al INE con la complicidad de millones de mexicanos que en vez de alzar la voz y protestar por tanto abuso de poder, prefieren volver la cabeza, retirar la mirada de la descomposición nacional y hacer como que esto no pasa en un país que se desmorona a pasos agigantados sin nadie que lo defienda.
Vale…