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Denuncia de Silvano Aureoles pega en el ego y mancha a López Obrador

Jorge Hidalgo Lugo

Al margen de las críticas que ha generado en su empecinamiento por ser escuchado en instancias nacionales e internacionales, el alcance que ha tomado ya la denuncia de Silvano Aureoles Conejo sobre la complicidad entre Morena y las bandas criminales que operan en el país, no puede ya ser soslayado ni quedarse en el cajón del anecdotario o lo intrascendente.

Mientras que Andrés Manuel López Obrador se obstinó en su cerrazón de no querer recibir las pruebas que el gobernador michoacano quiso entregar de primera mano, otras instancias se han mostrado receptivas y al margen de la diplomacia prevaleciente, las evidencias dejan mal parado al partido de Estado, del que es dueño indiscutible el huésped de Palacio Nacional.

A estas alturas es muy difícil que puedan justificar este comportamiento por demás sospechoso, aún los feligreses del acomplejado y tiránico personaje que es capaz de emprender encendidas críticas y señalamientos contra la sociedad productiva, pero ser omiso y cómplice silencioso de los destrozos que hacen diariamente las bandas criminales en el país, vulnerando libertades y derechos de los gobernados.

El baño de sangre que de manera cotidiana se registra en distintos Estados, lejos de beneficiar al dueño de Morena y su proyecto de nación, tácitamente da la razón a lo que acusa Silvano Aureoles y respalda en los hechos lo que pudiera considerarse un estrategia mediática, sin sustento, que busca sólo preparar una salida menos escabrosa, como se ha querido estigmatizar al accionar del aún mandatario michoacano.

Convertido en un grave problema de seguridad para el país y que todo indica no incomoda mayormente al que se hace llamar “jefe supremo de las fuerzas armadas en México”, la violencia que sufre la nación y los muertos que deja, es tema de preocupación internacional sobre todo en la Unión Americana donde sus congresistas analizan ya la posibilidad de declarar terroristas a los narcotraficantes y actuar en consecuencia.

Un pasaje que acaba de vivir un alcalde electo de Morena en el paso fronterizo de Tamaulipas a los Estados Unidos, descrito por prestigiado columnista de alcance nacional, muestra lo que ha permeado ya respecto a la sospecha que tienen en el vecino país del norte, de la complicidad prevaleciente entre el partido en el poder y los considerados enemigos a muerte por el gobierno norteamericano.

Así mientras que los hechos delictivos que involucran a las bandas criminales que se disputan sin temor alguno territorios en entidades donde apoyaron a ganar a Morena, aun antes que comiencen actividades los gobiernos electos con su ilícita ayuda, da soporte a la acusación de Aureoles Conejo y lo sobre dimensiona por ser el único mandatario estatal que tuvo el coraje, la decisión y temeridad, de inconformarse por algo que ya se está viviendo, como anticipo al pago de facturas por los favores ofrecidos en campaña y en la jornada electoral.

Un futuro no sólo cuestionable sino verdaderamente complicado es el que tendrá a partir de esto el membrete de Morena. Porque de inmediato se liga a estas siglas el estigma de narco partido, como ya aconteció en la garita estadunidense donde de nada sirvió la visa “Global Entry” con que se distingue a mexicanos de elevado potencial económico.

Distinción que otorga el gobierno de Estados Unidos y que al recién electo alcalde de un municipio de Tamaulipas le valió muy poco pues al aparecer en sus registros aduanales como miembro de Morena, fue retenido y sometido a especial interrogatorio, con asistencia de agentes del FBI, incluido.

Así al margen del histrionismo y satanización con que se ha atacado a Silvano Aureoles por este accionar, las plumas patrocinadas por el gobierno federal y actores de Morena, debieran preparar una mejor y convincente estrategia para explicar lo que hasta el momento han sido incapaces de hacer: cómo desligarse del crimen organizado y no los relacionen de conformar una ilegal y abominable complicidad.

De haber recibido en Palacio Nacional al mandatario saliente, López Obrador habría evitado esta gira de denuncias que hoy enlodan su precaria imagen y tienen en el ojo mundial a México, como un país gobernado por el narco y con tendencias autoritarias que nada abonan a los sueños de grandeza con que pretende pasar a la historia como el “mejor presidente que hemos tenido”.

Otro golpe al ego del autócrata es sin duda el hecho que en la Organización de Estados Americanos, de la que días atrás el opresor pidiera su desaparición, le dieran entrada al viajero michoacano y recibieran el legajo de videos y documentos con qué demuestra la injerencia del crimen organizado en la elección estatal.

Elección aún en proceso de judicialización aunque el beneficiario del cochinero ya se sienta y actúe como “gobernador constitucional” sin serlo, sabedor que está prendido de alfileres el reducido margen de ventaja que los narcos le dieron el 6 de junio pasado y quien tampoco habla de combatirlos en su gira de agradecimiento, que ha resultado otra treta para engañar bobos como las que bien sabe montar el que vive alejado de la realidad nacional, pero como jeque árabe en su lujoso palacete.

Y como dicen los cronistas del rey de los deportes que tanto apasiona a López Obrador:

El último out aún no ha caído por lo que todavía hay partido para rato…

Vale…