Un delincuente electoral habita en Palacio Nacional
Jorge Hidalgo Lugo
Primero retó con el alarde de su prepotencia:
-“¿Qué me van a hacer, me van a meter a la cárcel, me van a multar?”…
Luego aceptó días después con el cinismo galopante que utiliza desde su patíbulo mañanero y sin pudor alguno, como si viera su reflejo en un espejo inquisitivo:
-“¡Debemos defender la democracia porque es la única forma de frenar el poder absoluto, de una sola persona, de un grupo de personas!”.
Y ya encarrerado el ganso, soltó con ese desprecio, menosprecio que siente por sus mal gobernados, los no alineados, los faltos de esa obediencia ciega que exige a mascotas y floreros, chairos y advenedizos:
-“¡Claro que sí estoy metiendo mano en las elecciones!”.
Andrés Manuel López Obrador ha escalado de manera siniestra y por demás peligrosa todos los niveles del autoritarismo con que se identifica su (des)gobierno para ubicarse por decisión unipersonal, en el centro de las campañas de Morena, pidiendo el respaldo para su proyecto que ve desfondarse y por ello lanza de forma impune y arbitraria, feroces ataques en contra de quienes cree, son obstáculo para conseguir el objetivo.
Pero en sus lances que dibujan su personalidad desubicada y con evidentes trastornos de conducta, escasos de inteligencia, ausentes de sentido común, persiste en dividir y polarizar a un país que como nunca antes en su historia reciente, está al borde del colapso económico, de seguridad, de salud pública y ahora, con rumbo a una dictadura que se ve cada vez más cerca de fructificar sus aviesos deseos de acabar con los opositores al precio que sea.
Los embates contra consejeros del Instituto Nacional Electoral y las instrucciones que ha girado a sus lacayos en el Congreso de la Unión para que activen cuanto antes la guillotina legislativa que destituya a los que se han rebelado a ser parte de sus vasallos, forma parte de esta tragicomedia a la Macuspana que hoy pone a México en el escenario internacional con una nación en peligro de un ente desubicado, enfermo de poder.
De no lograr la caída de los actuales miembros del órgano electoral, por lo menos los mete en esa dinámica de terrorismo presidencial con que busca que sus decisiones y fallos, sean a favor de los dictados que él mande desde Palacio Nacional, cuando se judicialicen los resultados de los comicios que en las boletas, marquen el fin de Morena y su hegemonía como partido de Estado.
Miedo, terror, preocupación y toda clase de intimidaciones contra consejeros y familiares cercanos en caso de cerrar el paso al opresor que querrá ganar las elecciones en la mesa.
Lo mismo con magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, petardeado desde su interior con la flagrante violación a la Carta Magna, para alargar el periodo del presidente Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y con su injerencia, hacer que todos marchen por donde les indiquen desde Palacio Nacional, so pena de quedarse desempleados y hasta enfrentar cargos judiciales inventados o no, por los bienes patrimoniales acumulados desde su estancia en salas y juzgados.
Por eso el lance prepotente de no tomar en cuenta las recomendaciones y mandar al carajo los exhortos para que deje de violar la ley, convertido él sí como está desde hace tiempo, en un delincuente electoral que se escuda en el derecho a ejercer su libertad de expresión para atropellar leyes y estado de derecho que sólo le sirven de tapete en su confort palaciego.
Y como de atropellar lo que sea con tal de no perder los comicios es su sino, ahora se dedica a acusar y enjuiciar públicamente a opositores que aventajan claramente en el tablero electoral y va contra ellos, desbocado e incontrolable, haciendo gala de autoritarismo al aceptar que desde el escenario de los linchamientos públicos por excelencia, va a combatir a los delincuentes electorales porque desde su heroicidad distorsionada y convenenciera: “No podemos ser cómplices del fraude”.
Fraude o compra de votos que es incapaz de cuestionar o detener en las alcaldías de la ciudad de México, o en Nuevo León donde Incluso, se ha exhibido en videos que la candidata morenista a la gubernatura Clara Luz Flores, va en busca del voto con el señuelo que apoyos y vacunas contra la Covid-19 las “manda” el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Para el que está convertido de manera oportunista, convenenciera pero poco creíble, en abigarrado defensor de las leyes y la democracia porque se debe evitar que haya un poder absoluto, en una sola persona, en un solo grupo, como dijo en la mañanera del martes once de mayo, queda en el terreno del anecdotario el derrumbe del Metro en Tláhuac.
No le ocupa y mucho menos preocupan las acusaciones del violador en contra de su compadre Félix Salgado Macedonio. Tampoco pone atención a los reclamos de la madre del joven que fue abusado sexualmente por el diputado pederasta Saúl Benjamín Huerta Corona y éste sea llamado a cuentas pero hasta después de las elecciones para no hacer ruido.
Pero sobre todo, sus embates furibundos y desquiciados contra los medios, organismos como Artículo 19 y Mexicanos contra la Corrupción, son sólo distractores para no informar sobre el desastre financiero por el que transita su gestión, porque su única obsesión no está en las obras faraónicas en las que dilapida criminalmente el dinero de los mexicanos, sino perpetuarse en el poder así tenga que pulverizar lo que queda de democracia y estado de derecho en este país al que ahora considera su coto personal.
Nada más, pero nada menos…
Vale…