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Como anillo al dedo, un paso más a la dictadura perfecta

Jorge Hidalgo Lugo

El poder se ejerce con todo el peso y rigor al alcance de quien lo detenta.

Puede ser en beneficio de la mayor parte de los gobernados o, si es el caso, para privilegio de una clase favorecida y protegida por quien tiene en sus manos la responsabilidad que le confirieron en las urnas, en un régimen democrático y de libertades.

Eso es lo que se vivió hasta hace poco en México, donde un eterno disidente, contestatario y cáustico en sus señalamientos, logró convencer finalmente a los electores después de 18 años de gozar esas libertades.

Pero el cambio que se registra, apenas a 16 meses de que Andrés Manuel López Obrador asumiera el mando, va en contra de esas libertades que precisamente le sirvieron, de las que se valió para engatusar a millones que hoy, tristemente se dan cuenta del grave error cometido.

Mesianismos anunciados, “peligro para México” que decían los adversarios existía y que caló hondo en el ánimo de un intolerante en potencia, pero que hoy son triste, riesgosa realidad.

No hay sector alguno en la sociedad mexicana actual que no haya sido objeto de la mordacidad y veneno con que adereza sus lances propagandísticos en el circo mañanero en que ha convertido las comparecencias ante la prensa en Palacio Nacional.

Lo mismo políticos de quienes se burla y enuncia como opositores moralmente acabados, sin capacidad de resurgimiento en los años por venir.

Clase empresarial que fue enmarcada en lo que bautizó como la mafia del poder y cuyos integrantes, han debido sortear amenazas de cárcel y una persecución hacendaria feroz, conocida como terrorismo fiscal que esgrime para amedrentar o cooptar aliados, como el caso del impresentable Ricardo Salinas Pliego, hoy preferido del régimen, evasor fiscal y mucho más multimillonario en pocos meses por los contratos adjudicados de manera directa como nuevo socio de la dictadura de ocurrencias.

Sectores sociales que se manifiestan y de inmediato reciben el baño de improperios y calificativos denigrantes que van desde acusaciones de ser enviados por sus enemigos o bien formar parte de la legión de neoliberales, conservadores y hasta fifís que no entienden que este país ya no es el mismo desde julio del 2018.

Representantes de afectados lo mismo por el baño sangriento que se mantiene en toda la nación, con un crimen organizado sin freno, que ha recibido permiso para matar, corromper, destruir lo que se interponga a sus fines aviesos, porque la instrucción presidencial es que se les reconozca como lo que son: seres humanos a quienes deben respetarles a la cabalidad, todos sus derechos.

Incluyendo el que se ha acuñado en este incipiente inicio de la dictadura de ocurrencias, como es el derecho a delinquir sin ser molestado en sus bienes, propiedades, familia o libertades.

Mujeres tratadas con lances despectivos propios de un ser misógino, cabeza de un gobierno machista que prefirió ocultarse por aquello de respetar, dijo, la investidura presidencial, en vez de dialogar, escuchar los reclamos, propuestas y planteamientos ante la creciente ola de feminicidios.

Desprecio total al género por convicciones personales, atavismos aldeanos, que quedó plasmado con la infiltración de grupos de choque, reventadores de marchas, vándalos asalariados, sembradores de violencia por paga, con que pretendió manchar la tumultuaria marcha de mujeres, no sólo en la capital del país, sino en las principales ciudades de los Estados.

Poder mal utilizado, con las vísceras hepáticas en vez de cerebro como el que hoy se tiene con un francotirador apostado en la comodidad palaciega, para acribillar a todo aquel que tenga la osadía de disentir, de no estar de acuerdo, de expresar su inconformidad, en uso de esos aires de libertad cada vez más extintos en la tiranía que se pavimenta en el territorio nacional.

Caso concreto los gobernadores que intentan, de manera desesperada, que el hoy real peligro para México deje de actuar como un infante berrinchudo, abandone sus pataleos de niño malcriado en el arcón más recóndito de su natal Macuspana, y entienda la realidad que se vive, el peligro que corren millones de seres en el país por la amenaza que ensombrece y crea pánico bajo el referente de Covid-19.

Osados los mandatarios que en cuestión de horas recibieron acuse de respuesta desde el cuarto de fechorías, que no de guerra, donde los amos del desastre instrumentan y patrocinan revueltas domésticas, manifestaciones internas para crucificar en las redes y medios a su alcance, al “mal gobernador” que se atreve a conspirar insurrecciones que alteren la paz republicana de que hoy gozan.

En Michoacán, por ejemplo, el uso de normalistas, esas fuerzas inferiores, guerrilleros en formación que tiene Morena a través de la siempre aliada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, conocida en el hampa sindical como la CNTE, para delinquir, retar a la autoridad, provocar y lograr el objetivo de victimizarse.

Robo de vehículo, cierre de vías del ferrocarril, quema de llantas a manera de barricadas para impedir el paso en carreteras y echarse encima del retén de seguridad, amenazando al conductor del autobús si se atrevía a aminorar velocidad o detener el paso.

Trampa en que cayeron algunos elementos policiacos al abrir fuego y es hoy, el pretexto para el linchamiento mediático de un gobernador que tuvo la osadía de alzar la voz e inconformarse por el exceso de poder que privilegia obras mesiánicas por encima de la atención médica que con urgencia ocupan miles de afectados en el país.

Pandemia que por cierto ha sido objeto de lances propios de una carpa donde da rienda suelta a su frustrada vocación de cómico de la legua, a extremos de tratar de ridiculizar sus alcances y recomendar no hacer caso a eso de no convivir, saludarse con abrazos y besos, además de exhortar a sus mascotas y las que no lo son, a salir de sus casas y deambular por las calles sin preocupaciones.

Invitación al contagio colectivo e insospechadas magnitudes, para dar rienda suelta a sus perversas intenciones de dictador.

Y a las pocas semanas, en una falta de respeto a la investidura presidencial que tanto dice preocuparle, salir despatarrado y sentado en la silla emblemática como pendenciero de cantina en barrio pobre.

Con una chamarra cubriendo su debilitado cuerpo, balbuceante más de lo acostumbrado y torpe en la ilación de ideas, dijo en ese último dominical mensaje otro rosario de mentiras, fiel a su costumbre.

Hizo alarde de estar domando a la pandemia, aunque la realidad le abofetee el rostro con el creciente número de víctimas mortales, infectados y la saturación que acusan hospitales privados y particulares para recibir a pacientes del letal virus.

Pero como el poder es lo único que importa y no es cosa de juego, muchos menos de aprendizaje, hoy somete, ordena y tuerce las leyes con un Congreso de la Unión compuesto de la nueva generación de borregos, levanta dedos, lame suelas que tanto fustigó en el pasado reciente, para modificar la Constitución, ponerla a modo de que sea él y sus caprichosas tendencias de dictador, quien decida cómo, cuándo y a dónde destinar billonarios recursos que tendrá a su alcance, sin contrapeso alguno, mucho menos aprobación del Legislativo en turno.

Un gobierno cortado como traje a la medida de quien mantiene un paso depredador y ahora demuestra por qué dijo que la pandemia le había caído “como anillo al dedo”, pues con este pretexto el Congreso agachón y de oropel, le deja en charola de plata el diseño de una dictadura perfecta.

Ese proyecto donde perseguir y aniquilar al disidente, perpetuarse en el poder con un modelo desfasado y acabar con las libertades que habíamos gozado, incluso él quien se valió de esas misma libertades que hoy le estorban, para aniquilar las raíces democráticas que quedaban, burlarse de la oposición desdibujada, atacar a la prensa con sus representantes no alineados y pisotear a quien se cruce a su paso.

Por eso López Obrador festinó la llegada del Coronavirus al país.
Por eso celebró su mortal presencia en suelo nacional. Le sirvió como pretexto y lo usó con la complicidad siniestra de esos que se dicen “representantes populares” a quienes hoy sólo nos resta escupirles el rostro y dar la digna batalla desde la disidencia que por fortuna hoy cobra inusitado auge en las redes sociales.

La dictadura que se pavimenta, es el anillo al dedo que cayó con la pandemia a López Obrador. Nada más, pero nada menos…

Vale…