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¡Se terminó!

Tan pronto como asoman temas relativos
a la voluntad, la decisión o elección,
la ciencia se bate en retirada

Noam Chomsky

Arturo Suárez Ramírez/@arturosuarez

Vaya final para el último líder de multitudes, aquel que llenó plazas públicas, que se dijo defensor de país y de las Reformas Estructurales del Estado, el que se desgarraba las vestiduras por la militarización de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, el que acuñó aquello de “la mafia del poder” pero cuando tuvo la posibilidad de empujar para llevar a juicio a expresidentes se hizo chiquito y le transfirió la responsabilidad a una consulta ciudadana, ese es López Obrador.

En unas horas termina una pesadilla, una noche de seis años en que reinó la división, la ignorancia del presidente y muchos de los suyos, otros fueron cómplices porque lo alentaron en todo sin rigor. Aquellos que se atrevieron a decirle que obraba mal así les fue como Arturo Herrera, Jaime Cárdenas, Margarita Ríos Farjat, y los desaparecidos Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Urzúa que lo impulsaron, terminaron siendo implacable críticos de las maromas cotidianas del Pejelagarto y se fueron con esa gracia.

Mientras sigue su fiesta de despedida con todo y “bailongo” comiendo los de chipilín, Acapulco se ahoga, su gente sufre, hay miles de damnificados y de nuevo tardarán meses en echar a andar el turismo en una zona que depende de ello. Al mismo tiempo están las regiones calientes por el narcotráfico como Zacatecas, Guerrero y Sinaloa. Debe ser frustrante que para visitar el Rosario el humanista tenga que entrar con una avanzada de vehículos artilleros y que en Culiacán le dejen una camioneta con ocho cuerpos y un mensaje de “bienvenido”, ese es el engaño porque López no puede caminar por las calles con tranquilidad, y ese es el México ensangrentado que nos deja.

Ahí queda la violencia cotidiana del sexenio más violento, las muertes por la pandemia y la protección al tal Hugo López-Gatell que falló en la estrategia, la crisis en el sistema de salud con la falta de medicamentos, los 47 periodistas asesinados, los huérfanos, los desplazados, las madres buscadoras que no han encontrado a sus hijos y las que se unieron a ese infame listado que no quiso ver al presidentito porque según se manchaba su investidura.

En cambio, López Obrador si tuvo el tiempo para recibir dictadores, meterse en la política de otros países, de ir a Badiraguato a saludar a la finada madre de Joaquín “el Chapo” Guzmán, de ordenar la liberación de Ovidio Guzmán López. Protegió a Francisco Garduño en aquello del incendio de la estación migratoria con 40 muertos. Justificó la corrupción de Segalmex y el desfalco de mil 700 millones de pesos, la entrega de sobres amarillos a sus hermanos, el tráfico de influencias de sus hijos y reservó información de interés público para que los mexicanos no sepamos costos de sus mega obras.

Pero la historia lo juzgará mañana porque pudiendo haber hecho un cambio simplemente no quiso, se trataba únicamente de hacer mejor las cosas, pero ganó su espíritu de venganza. López entrega un país peor al que recibió en el 2018 y que conste que Peña dejó hecho un desastre, pero con instituciones que le dieron certidumbre al gobierno de la 4T. Él se va, pero deja un tiradero como la pérdida de organismos autónomos, un sistema de salud en desorden, la deuda, un Congreso sometido y un Poder Judicial en camino al caos.

Se termina el gobierno de un solo hombre que resultó incapaz, eso no significa que termine su historia, porque como en cliché de película, ahí viene la segunda y hasta tercera parte, para eso sus alfiles ya operan en el equipo de Claudia Sheinbaum.

Hasta nunca presidente, así en minúsculas como usted, como su espíritu y su gobierno.

Escríbeme tus comentarios al correo suartu@gmail.com y sígueme en la cuenta de Instagram en @arturosuarez_.

Hasta la próxima.