París, Francia, 08 de julio de 2021.- “La manipulación de las lenguas por motivos ideológicos es un error absoluto. Fue cosa de los regímenes totalitarios: el régimen soviético manipuló la lengua, el régimen nazi también”, sentenció hace un tiempo Hélène Carrère d’Encausse, miembro de la Academia Francesa, la más antigua institución de Francia, creada en 1635 por el cardenal Richelieu con la misión de “velar por la lengua francesa”.
Entre otras cosas, la Academia mantiene y actualiza un diccionario francés, debatiendo sobre la aceptación o no de nuevas palabras o la flexibilización de las reglas, como la Real Academia Española lo hace con el castellano.
Paradójicamente, Hélène Carrère d’Encausse no tiene sangre francesa: sus abuelos salieron de Rusia tras la revolución bolchevique y recalar finalmente en Francia, donde ella nació pero cuya nacionalidad adoptó recién a la mayoría de edad: quería que fuese un acto de voluntad.
Desde entonces se ha convertido en una defensora del idioma a capa y espada, literalmente hablando, ya que los miembros de la Academia pueden portar una. La suya tiene como emblemas el gallo francés, San Jorge venciendo al dragón y un versículo bíblico: “Bienaventurados los pacificadores”.
Como historiadora, Carrère d’Encausse es una especialista en Rusia. Su último libro es Le Général de Gaulle et la Russie, (Broché, 2017). Además es autora de biografías de Lenin, Stalin, los zares Alejandro II y Nicolás !! y de Catalina la Grande.
La Academia Francesa se pronunció hace tiempo contra el argumento de quienes creen que el sexismo se genera en el idioma, y lo hizo de modo contundente: “Frente a esta aberración inclusiva, la lengua francesa está en peligro mortal”.
Los promotores de esta manipulación proponen el uso de términos universales, la feminización de todos los oficios, cargos o títulos y la abolición de la regla del plural masculino; todo ello con el argumento de que así se promueve la igualdad varón-mujer.
El único de estos principios considerado válido por algunos académicos y autoridades en Francia es el de la feminización de los oficios y cargos. Justamente, si hay una prueba de que el lenguaje no define la igualdad de sexos, es que el idioma francés es mucho más rígido en ese sentido que el español. La propia Hélène es, para la Academia, “secretario perpetuo” del organismo y ella misma lo escribe y lo dice así, em masculino. En Francia, hasta hace poco, la mujer al casarse no sólo adopta el apellido del esposo sino que pasaba a ser designada como “Madame Alfred Dupont” o “Madame Jacques Duhamel”, por ejemplo.
Sin embargo, Francia es una sociedad pionera en materia de emancipación femenina, lo que confirma que no es el voluntarismo idiomático deformante promovido hoy por ciertas minorías lo que lo determina. Esta igualdad se expresa particularmente en lo sexual: aquello que tan bien reprochaba Sor Juana Inés de la Cruz (“Hombres necios que acusáis….”) es algo muy superado en Francia desde hace décadas: no existe allí el hábito, el prejuicio mejor dicho, presente en otras sociedades latinas, de condenar en la mujer la “promiscuidad” que se elogia en el varón.
Ahora bien, lo que más rechaza la Academia, y que también motivó la decisión del Ministerio de Educación de Francia de prohibir el lenguaje inclusivo, es su expresión escrita, que en francés es tan ilegible como la arroba o la equis que utilizan algunos en español. Consiste en desdoblar la terminación de las palabras para incluir el femenino y el plural: por ejemplo auditeur.trice.s, suma de auditeur (auditor), auditrice, auditeurs, auditrices. O parisien.ne.s (parisino.a.s), Es como si en español se escribiera actor.triz.
Para Carrère d’Encausse, “esto vuelve imposible la lectura, no tiene sentido”. “Francia es un país en el cual la lectura, la capacidad de leer, ha abandonado a las nuevas generaciones. Las estadísticas internacionales muestran que uno de cada cinco niños sale de la escuela sin saber leer y que no lo sabrá nunca, nunca comprenderá. El resultado es una exclusión total”, dice la académica.
No sólo es ilegible; escribirlo resulta engorroso y obliga a internalizar reglas que en vez de simplificar, complican. El lenguaje inclusivo agrava las dificultades de aprendizaje que naturalmente tienen algunos niños, confundiendo las reglas tanto de la expresión escrita como oral El resultado es una mayor desigualdad, incluso la exclusión; lo contrario de lo que se declama.
“Es verdad que la lengua evoluciona -decía Carrère d’Encausse- pero tiene constantes. Cuando se lee una palabra, detrás hay un concepto; si se ponen variantes a la palabra, eso complica considerablemente la comprensión”. “No hay que complicarles la vida”, agregaba.
Más recientemente, el 7 de mayo pasado, Hélène Carrère d’Encausse y Marc Lambron, director en ejercicio de la Academia Francesa, firmaron una carta abierta para ratificar la oposición del organismo al lenguaje inclusivo, y denunciar el autoritarismo detrás de su imposición.
En ella recordaban que la lengua combina tradición y práctica y que, al “preconizar una reforma inmediata y totalizante de la grafía, los promotores de la escritura inclusiva violentan los ritmos de la evolución del lenguaje según un mandato brutal, arbitrario”.
“Un corsé doctrinario pretende regular” así la práctica de la escritura, denunciaba la carta. Y sus autores agregaban: “Al plantear que existiría por principio una correlación entre el género de los vocablos y el sexo de sus referentes, los propagadores de la escritura inclusiva desconocen ingenuamente las reglas del género gramatical, en el cual masculino y femenino no corresponden sistemáticamente a categorías sexuales”.
Si hubieran escuchado a la vicegobernadora del Chaco que creyó que “equipo” era discriminante por ser una palabra de género masculino y en el como del ridículo dijo “el equipo y la equipa”, habrían tenido un ejemplo vivo de los papelones a que lleva el creer que el género gramatical está siempre vinculado a una categoría sexual. Una burrada que llevaría a desdoblar “escuela y escuelo” o “pizarrón y pizarrona” y así hasta nunca acabar.
Los académicos apuntan también contra el autoritarismo ya señalado por Carrère d’Encausse: “La escritura inclusiva ofusca la democracia del lenguaje. Además de que la correspondencia con la oralidad es impracticable, tiene como resultado la instalación de una segunda lengua cuya complejidad penaliza a las personas afectadas por un hándicap cognitivo, en particular la dislexia, la disfasia o la apraxia. Un aparente reclamo de justicia tiene por efecto concreto agravar las desigualdades”.
“Al focalizar la atención en la obsesión del género -advertían-, (la escritura inclusiva) restringe el vínculo con la lengua inhibiendo una expresión más amplia del pensamiento. Lejos de suscitar la adhesión de una mayoría, aparece como el dominio reservado de una élite, inconsciente de las dificultades que surgen a diario para los pedagogos y los usuarios del sistema escolar”.