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  • Carlos Ceja Silva   — 

Para este 2 de julio ya tendremos mayor certeza sobre quién será el Presidente de la República Mexicana, sabremos sobre la tendencia de las encuestas, si acertaron, y cuál fue la más precisa; ya quedarán para los recuerdos, si es que nos parecieron importantes, los tres debates y el trato sobre un tema común, el de la corrupción, la que Francis Ford Coppola califica como “la más grande enfermedad del mundo, y necesitamos terminarla; es una forma de mentira, y la mentira es lo que permite que un país grande, con gran ejército, bombardee a otro, haciéndose pasar por bueno y calificando al otro, sin ejército, de malo o terrorista”.

Tenemos constancia de que la corrupción existe; la vivimos cuando adquirimos las placas actuales para que pudiera circular nuestro vehículo, esa enfermedad que significa alterar, destruir, depravar, sobornar. La encontramos en la forma de cohecho, aquí el que soborna da al sobornado una suma de dinero o realiza una prestación, recibiendo una contraprestación ilegal, en la cual el funcionario público viola las normas de conducta que debe observar, abusando de su posición de poder y de la confianza pública que le ha sido depositada. El compromiso es el de acabar con la corrupción. ¿Se logrará? Lo dudo.

No distinguimos fácilmente cuándo se da el cohecho como corrupción y cuándo la extorsión. Depende del poder económico, político y social de los implicados.

Otro es la malversación, con el uso indebido de fondos públicos sobre los que el funcionario puede ejercer influencia en forma directa o indirecta. Una forma conocida es la emisión de facturas con sobreprecio convenido, distribuyéndose el excedente al funcionario luego de efectuado el pago; también en la forma de peculado, como hurto de fondos públicos, por quien parte de aquel a quien está confiada su administración, la pobreza no es elemento esencial en la corrupción, porque existe una “cultura de la corrupción” en diversos sistemas.

Se logra eficacia contra la corrupción al aplicar medidas que garanticen su aplicación, corresponsabilidad, transparencia y rendición de cuentas, transformando la corrupción de un acto de “bajo riesgo y alto beneficio” en uno de “alto riesgo y bajo beneficio”, y que la reforma anticorrupción debe respetar las normas del debido proceso.

A lo largo de años de impune actividad, muchas fueron las evidencias y las voces que clamaban por medidas para detener la corrupción que se fortalecía en la administración pública. Cuando el imperio de la corrupción se sentó y la impunidad respaldada desde los gobiernos anteriores, adquirió nuevas y escandalosas dimensiones, nos sirven de explicación las razones de las manifestaciones diarias para exigir que se les pague y el gobierno no tiene con qué hacerlo, porque el dinero se lo llevaron los funcionarios anteriores, dejando abierta la posibilidad de que los actuales hagan lo mismo.

Dice Aníbal de Castro: “Los individuos, gobiernos e instituciones públicas y privadas que la padecen, lejos de ser considerados como ‘pacientes protegidos’, más bien habrán de ser considerados como ‘pacientes de alta peligrosidad social”.

Del Centro de Investigación y Docencia Económicas, la investigadora María Amparo Casar dice: “Como a cualquier enfermedad, para erradicarla hace falta conocerla, localizarla, medir su extensión, identificar causas, encontrar áreas de oportunidad que permiten su reproducción, exhibir sus efectos, mirar experiencias exitosas, sólo así se podrá traducir la indignación en una estrategia exitosa para combatirla” .

Dejando la corrupción a un lado, somos tan optimistas que queremos tener al equipo mexicano de futbol en cuartos de final, luego del encuentro del lunes 2 de julio contra Brasil en el torneo Mundial Rusia 2018. (–)