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Una de las tendencias demográficas más destacadas en las últimas décadas es el descenso de la fecundidad a nivel mundial. Se calcula que la tasa global de fecundidad se sitúa en 2.4 nacidos vivos por mujer, casi la mitad de los niveles observados en los años 70 cuando ascendía a 4.4 nacidos vivos por mujer. Sin embargo, esta tendencia es muy desigual según las regiones, países y determinados grupos sociales.

Said Plascencia, Director Médico de Salud Femenina, señaló que “existen regiones en el mundo donde los embarazos precoces afectan de manera desproporcionada a mujeres de grupos económicamente desfavorecidos, y pueden colaborar en reproducir la pobreza y la falta de oportunidades de una generación a otra. Los embarazos tempranos se producen, sobre todo, estando en pareja, pero a menudo no son planificados.”

Las tasas de maternidad adolescente es un fenómeno especialmente prevalente en África subsahariana, y en América Latina y el Caribe.1 La región de América Latina y el Caribe registra la segunda tasa más alta de embarazos adolescentes del mundo2, donde el 18.2% de las mujeres de 20 a 24 años dieron a luz antes de los 18 años.

La maternidad temprana ocasiona numerosos perjuicios a las adolescentes: limita su nivel educativo y sus posteriores oportunidades ocupacionales, además de elevar el riesgo de mortalidad materna e infantil. Por esta razón, en México la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente busca disminuir el número de embarazos en los adolescentes, para 2030, la meta es reducir el 50% la tasa de fecundidad en personas de 15 a 19 años de edad.

Se estima que a nivel mundial hay alrededor de 210 millones de embarazos y 4 de cada 10 no son planificados, por esta razón es necesario el uso cada vez mayor de métodos anticonceptivos, que contribuya a la reducción de la mortalidad materna e infantil, a mejoras en las condiciones socioeconómicas y al aumento de la escolarización de niñas y mujeres.

La capacidad de las mujeres para decidir de manera libre y responsable el número de hijos que desean tener y el intervalo entre los nacimientos tiene consecuencias positivas para su bienestar y sus oportunidades, así como para su disfrute de los derechos humanos.1 MSD trabaja para contribuir en el fortalecimiento de acciones y programas que permitan mayor conocimiento del uso de métodos anticonceptivos, su acceso y elección libre e informada por parte de los y las usuarias.