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¿Estamos bien?

• El México que vivimos no es el de Palacio Nacional, es lo contrario

Miguel A. Rocha Valencia

Pese a masacres, economía tambaleante, salud de tercera, educación de quinta, la militarización y encuestas cuchareadas, el ganso insiste en afirmar que México está muy bien y somos felices, discurso que replica su corcholata sin quitarle ni un punto o coma para no arriesgarse a una nueva llamada de atención en Palacio Nacional o de plano en público como aquella donde no defendió como debiera los “logros” de la 4T.

Porque los asesinatos con niños y mujeres continúan acumulándose y se volvieron junto con las inhumanas ejecuciones que circulan en redes, en parte de la cotidianeidad porque ya no nos asombran decapitaciones y desmembramientos en vivo y ni siquiera nos alteramos porque se conozca un nuevo caso de corrupción en la casa presidencial, donde los hijos de la chachalaca tabasqueña incluyendo el menor, se convirtieron en un referente de corrupción y ejemplos claros de lo que hace el poder a las personas.

Son tantas las denuncias, tal el cúmulo de robos que parecen cosa “normal”, parte de la estrategia de gobierno donde los seis años y antes, fueron para saquear el presupuesto con el conocimiento del todo poderoso quien a sabiendas de los millonarios negocios de su familia y colaboradores lo permitió, tomando como carta de naturalización de la 4T a la corrupción.

Se hizo lo que no en otros gobiernos en que exfuncionarios incluyendo exgobernadores, se fueron a la cárcel, algunos sospechosos de estar coludidos con el crimen organizado como Flavio Romero de Velasco de Jalisco y Mario Villanueva o Roberto Borge Martín, estos últimos de Quintana Roo donde sentaron sus reales los Beltrán Leyva y los zetas. El “Niño verde” sabe de eso y mucho.

Es decir, la impunidad tenía variables que iban desde la muerte política hasta la cárcel pasando por el despido por “causas de salud” o para regresar a la cátedra universitaria. Hoy, a nadie se despide y menos se procesa penal o administrativamente, por el contrario, se les justifica, defiende, protege y se les premia, aunque sean de un bando contrario si se redimen ofreciendo lealtad absoluta al tlatoani macuspano.

Ahí están exgobernadores del PRI convertidos en embajadores o candidatos a puestos de elección como los de Oaxaca, Chihuahua, Estado de México, Hidalgo, Sonora, el mismo Quintana Roo y muchos más, que se vuelven “buenas personas” al entregar sus respectivas entidades a sucesores de la 4T.

Se disfraza la impunidad con indultos políticos, tanto, que hoy ningún aspirante a gobernador de la 4T y aliados se salva de sus raíces panistas o priistas. De hecho, los despojos más despreciables del PRI y Acción Nacional, están en Morena empezando por el mismo mesías tropical y buena parte de sus colaboradores.

Rateros los hay, de todos los calibres iniciando por Ignacio Ovalle Fernández, seguido de Manuel Bartlett y descendencia, Javier Corral, Alfredo del Mazo, Eruviel Ávila Villegas, Alejandro Murat Hinojosa igual que su papá, Claudia Pavlovich y los que se sumen.

LO curioso es que a diferencia de otros sexenios donde la corrupción evidente o denunciada públicamente se castigaba, hoy no, aunque existan pruebas documentales o videograbadas, lo cual nos dice que la principal arma para alcanzar la presidencia por parte del mesías tropical, sólo fue parte de la demagogia, pero no una promesa real.

Y empezó con su propia familia donde se despachan contratos, concesiones, tráfico de influencias, oscuridad en la designación de obra o suministro púes, al fin y al cabo, la corrupción es parte de la plataforma que sostiene al líder cuatrotero, con eso “compra lealtades” y si alguien intenta moverse, la amenaza llega a su puerta.

Así le pasó a Marcelo Ebrard quien hizo públicas sus denuncias, acusó del dinero mal habido en la campaña en favor de la corcholata, el acarreo, la falta de piso parejo, pero como le saben todos sus pecados sólo fue cuestión de avisarle que el expediente está completo incluyendo aquello de los trenes de la línea 12 donde participó su ex amigo Mario Delgado quien, por cierto, huele a carne de presidio.

Para colmo sin importar quien llegue a la presidencia el país tendrá graves riesgos de colapso, primero porque el crimen está armado y empoderado y luego porque las finanzas públicas están a un tris de un colapso peor que el de 1995 o las devaluaciones de Miguel de la Madrid.

La deuda pública directa y la indirecta de Pemex soportadas por bonos que pueden hacerse líquidos en cualquier momento, es un factor que puede desencadenar la debacle. Es mucho dinero el que se paga por el servicio del débito y pegará muy duro en el presupuesto. Los 212 mil millones de dólares de las reservas de Banxico, no alcanzaría para soportar un golpe de los inversionistas, especialmente de Estados Unidos.

Estemos pendientes porque eso de que estamos bien y de buenas, la verdad es un mito más del profeta de la 4T.