Un reciente diagnóstico del sistema de salud en México ha desmontado el mito de que el país podría alcanzar los estándares de Dinamarca en atención médica. Con la prevalencia de enfermedades crónicas al alza y un desplome en la cobertura de vacunación, el reporte destaca que aún hay un largo camino por recorrer.
El mensaje es claro: México no es Dinamarca. México enfrenta rezagos importantes en su sistema de salud. Los recursos son limitados, y el modelo MAS-Bienestar, presentado al final del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, apenas comienza a implementarse. Se estima que pasarán varios años antes de que se puedan ver resultados tangibles.
En un análisis basado en datos científicos, sin promesas inalcanzables, el nuevo gobierno federal ha publicado un diagnóstico que detalla la situación actual de la salud en México. Muestra, por ejemplo, que entre 2015 y 2022 la prevalencia de diabetes casi se duplicó, de 9.4 a 18.3 por ciento; la hipertensión pasó de 25.5 a 47.8 por ciento y que la cobertura de vacunación básica se desplomó de 53.9 a 26.6 por ciento.
Este informe también traza el camino para alcanzar la universalización y calidad en la atención médica, objetivos todavía distantes.
“El propósito de una atención sanitaria igual y universal para todos aún no se ha alcanzado”, reconoce el nuevo secretario de Salud, David Kershenobich, en el editorial del más reciente número de la revista Salud Pública de México, dedicado por entero a exponer el proyecto de la presidenta Claudia Sheinbaum en materia de salubridad.
“Persiste un vacío sanitario para los grupos desfavorecidos de la población que se debe a las crecientes desigualdades sociales; es por esto que surge la necesidad de un sistema más inclusivo socialmente, que proporcione una atención primaria de mayor eficiencia y calidad durante todo el ciclo de vida de las personas”, agrega Kershenobich.
Sobre el nuevo enfoque de la atención médica, el titular de Salud plantea que “los avances teóricos, tecnológicos y conceptuales en medicina a lo largo de la última década nos permiten visualizar la transición a una medicina ‘anticipatoria’, basada en la salud (no en la enfermedad), lo que constituye la medicina personalizada, predictiva, preventiva y participativa que busca no sólo la ausencia de enfermedad, sino el bienestar físico, mental y social”.