Es un alumno estrella en su escuela secundaria, en Tarímbaro, sin embargo, la pandemia ha orillado a él y a toda su familia a trabajar en la calle, limpiando parabrisas en el Pípila y tener que tolerar toda clase de faltas de respeto para poder continuar con sus estudios. Cristopher llegó con su familia de Cuitzeo, se mudaron ante la necesidad de un trabajo con suficientes ingresos para su familia, llegaron a Tarímbaro y desde hace casi seis meses su hermano, mamá y papá limpian parabrisas y venden botellas de agua. “Estamos aquí desde las 10:30 hasta las 16 más o menos…”, comentó ante las cámaras de Quadratín el adolescente de 14 años.
Pero nada dijo del orgullo que es para su familia, en especial para su padre, que se le hincha el pecho de la emoción al recordar los premios de su hijo mayor. José Fernando A., sacó a su familia de San Juan Benito Juárez con la esperanza de lograr un mejor futuro, pero entre los bajos salarios y la pandemia terminó en otro negocio. “Yo soy carguero, sé manejar esa maquinaria, pero pagan bien poco. Mil 200 a la semana, no alcanza, y como desde hace seis meses estoy desempleado, hubo recorte de personal por la pandemia. A esto nos orilló, a venir a estar limpiando vidrios… también traigo a mis hijos en apoyo”, relató.
Porque a la pequeña familia de José Fernando no le han llegado las becas, deben sostener con sus ingresos el pago de las inscripciones y cuotas de sus dos hijos, material escolar y ahora la computadora e internet. “Lo que ganamos es mínimo, pero lo hacemos para poder pagar los estudios de mis hijos, las inscripciones y el internet… a veces ganamos 100 a 150…”, dinero que además debe alcanzar para la comida de todos los días, que cocinan en casa para evitar el gasto. Pero para José Fernando y su esposa, Cindy, vale la pena, porque Cristopher ha ganado en tres ocasiones seguidas olimpiadas del conocimiento, en matemáticas, y esperan que además de poder seguir impulsando al adolescente, también aproveché la experiencia del trabajo en calle, para que valoré lo poco o mucho que logran todos los días.
Por sus actividades el Sistema DIF Michoacán los abordó y comenzó a investigarlos, sin embargo, nada pudieron hacer porque no se trata, al menos eso dicen ellos, de trabajo infantil, sino de un esfuerzo en conjunto para llevar un plato a la mesa y garantizar que sus estudios no se detengan. Por ahora José Fernando y su esposa suponen que se trata de algo pasajero, porque a Cindy no le gusta ver a sus hijos en la calle, trabajando bajo el sol ardiente. Pero por ahora es la única manera de lograr ingresos.