Creo que la idea persigue Andrés Manuel. Tiene signos como aquel de hacer un parangón de su persona, encumbrada según él y de Cristo.
Debe tener cuidado con el cristianismo que desmitizó al imperio romano y le abrió las vías del progreso.
En el imperio romano en tiempos de Cristo los emperadores se consideraban Dios. Por eso se podían decidir de la vida de los hombres como en el caso de los gladiadores, bastaba una señal de su dedo para decidir la vida o la muerte. El monoteísmo de Jesucristo hizo desaparecer esa caterva de falsos dioses
Existe una enfermedad que consiste en tener ideas mesiánicas. El caso de los “iluminados” que se sienten en la esfera de lo divino. De esta enajenación daba muestras George Bush hijo. Muchos, por alguna cualidad o alguna obra buena se han creído más de lo que eran, se inflan y olvidan su realidad de seres humanos limitados y pequeños.
¿Qué signos debemos de mesianismo político en Andrés Manuel? Hay quien reflexiona sobre las actitudes del presidente y llega a la conclusión de que se siente mesías. La percepción no es sólo dentro de México porque coincide con la portada de The Economist del Reino Unido, Mexico´s false Mesiah.
No se le oye jamás reconocer que se equivocó o cometió graves errores. Pareciera que es perfecto, que todo lo hace perfecto. Aunque este rasgo es común a los políticos.
Considera el poder como mando, que está sobre los demás, es superioridad, es dominio, ventajas materiales. Esta obsesión del poder como dominación quedó manifiesta de manera patética en el acto de su consagración como presidente legítimo, un teatro terrible, grotesco, una acción que él no ha asumido y que no ha integrado en su historia personal.
Usa un lenguaje dogmático. Es el lenguaje de Dios que posee toda la verdad y todo el poder. Él llama las cosas y estas existen, son los milagros que suspenden las leyes naturales y se siguen dando, son las curaciones milagrosas a través de sus servidores que hacen presentes su poder. Ustedes y nosotros hemos sido testigos de muchos milagros. En un hombre el lenguaje dogmático es absurdo.
Es un lenguaje que no reconoce las fallas personales, errores y crímenes.
El sujeto se cree por encima de todos los mortales, se siente único, el único capaz de mandar, de gobernar. Se cree superdotado y ve a los demás por debajo aunque sean más inteligentes, más eficaces que el presidente.
Se cree digno de los aplausos, del reconocimiento de todos los mexicanos porque es un ser superior, de la esfera de lo divino.
Toma actitudes de Juez supremo que somete a todos los hombres. Es demasiado fácil juzgar a sus adversarios y condenarlos. Con trivialidad juzga del bien y del mal, del pueblo bueno y sabio y de los adversarios del neoliberalismo, conservadores, sífilis, seres que no tienen redención, sus adversarios, la elite maldita.
LA LUZ DE LO ALTO
Los fieles de Cristo, muy humildes según el mundo, miembros de un pueblo bárbaro Liberaron al imperio romano de sus mitos, los desmitizaron cuando anunciaron que sólo hay un Dios verdadero y le abrieron las avenidas del progreso, de la grandeza.
Andrés Manuel cita el Evangelio, lo utiliza como apoyo a su discurso político. En realidad carece Del sentido profundo De la Revelación Que llega a su culmen En Jesucristo. No encuadra Las citas de la Biblia En una comprensión De conjunto Del proyecto de Dios Sobre el hombre y el pueblo. Jamás ha citado el Sermón de la Montaña, expresión más pura de la ley de Cristo.
La actitud de Andrés Manuel está muy lejos de la actitud del verdadero mesías, Jesucristo, el hijo eterno de Dios que se hizo uno como nosotros y asumió la condición de esclavo. Se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.
Dos de sus discípulos querían el poder en el grupo, sentarse a su derecha y otro a su izquierda en el Reino. La enseñanza de Jesús es categórica y sublime:
“Saben que entre los paganos y los que son tenidos por gobernadores dominan las naciones como si fueran sus dueños. No será así entre ustedes, antes bien quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”.
A Andrés Manuel no le interesa el Evangelio, sino como un apoyo para lograr sus ambiciones, para su programa político.
Arrogarse actitudes divinas y atribuciones es una enajenación que lo saca de la realidad, lo hace sentirse iluminado no siendo más que un pobre hombre mortal.